Angustia debajo de la cama

Por:

Jesús Brilanti T.

Debajo de la cama me encontré, y no me gustó como me vi,
ahí estaba yo, asfixiado, angustiado y un tanto lacerado
por esta vaciedad que carcomió cada segundo y cada respiro
que un día viernes terminó por transfigurarse en este mal remedo de cadáver
tantos años recorrí senderos descalzo, tan solo para buscarte,
tantas madrugadas intenté no conciliar el sueño y fue solo para esperarte,
en ocasiones imaginé que ya venías, pero era solo el viento fustigante,
pasé inviernos deshaciéndome de mi piel, desnudo me quedaba
y el frío devoraba por instantes, oye bien, sólo por instantes mi fe.

Una mañana nublada opté por sepultarme, no soporté estar ahí enterrado
tenía que mirar tu presencia, pero ¿para qué? ¿para percatarme que ahora eres mi ausencia?

Te esperé tantas noches con fiebre, con pústulas, con intoxicaciones de mi vientre
que gemía, que aullaba y que ladraba cada que yo te imaginaba y aun no llegabas.

Terminaste por llegar Edith, y lo hiciste tan de repente que se me internó tu mirada en cada resquicio de mi agrietada alma. Llegaste como el Ángel de la anunciación justo en el solsticio de mi amargura, llegaste de manera tan intrínseca que desbarataba toda sensación aberrante de esta mi fatal soledad.

Te introdujiste a través de mi epidermis hasta llegar a la médula espinal de mi espíritu y con garfios te aferraste a la locomoción de mi cordura tan solo para darme vida Edith, para darme esta sensación que transgrede mis memorias en las que pensaba ya me había perdido.

Pero se llegó aquel viernes cuando rodé por la escalera a causa de aquel suéter rojo cual se interpuso en mi camino, nunca sabré de facto si esa cromaticidad era de su propiedad o fue mi propia rabia que me reventó el pecho y salpicó mi propia sangre por doquier. Caí por la escalera hacia abajo, hacia un eterno abismo que me devoraba, me asfixiaba; cada golpe me despedazaba la columna y las astillas se esparcían a lo largo y ancho de este maldito mal sabor.

Estuve perdido y lo sigo estando, trato de encontrarme a mi mismo, no lo logro, creo que jamás lo lograré, después de intentar recuperar cada fracción, cada pedazo de mi propio ser, solo encuentro lamentos; risas que se metamorfosean en llantos y espinas que tienen la clara marca de mis pies.

Lo que he encontrado hoy debajo de mi cama, sé que no soy yo, es solo el miedo tortuoso y aberrante que sufre por jamás volverte a ver.

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