Reminiscencias II

Hace unas horas estaba soñando con usted. Hace unas horas me descubrió usted, en mi sueño, con el gesto más risueño y gozoso del que sospecho sería capaz. Yo, contrario a lo real, tomaba entre mis manos su rostro, tan tiernamente como me es imposible creerlo -sólo en sueños suceden estas cosas- y la besaba poco a poco.
Pasaba mis labios entre los vértices de mis dedos que, abiertos, dejaban emerger su cándida piel; entonces yo besaba lánguidamente sus mejillas. Me acercaba. La noche era brillante y usted tenía puesto un abrigo de botones grandes. Usted sonreía y cerraba los ojos como para sentir la noche de humor húmedo pero frío. Yo vestía un sueter gris que buscaré en alguna tienda después de esto. Poco a poco, me aproximaba hasta encontrar sus labios pequeños, a tientas, tímidamente, pero con una decisión desconocida para mí.
Nunca dejé de tomarle el rostro con mis manos. Sentía su cabello y yo me estremecía. Sentía su piel y aspiraba su aroma como para no perderlo nunca. Pude ver, como si me alejara de la escena, que le besaba en medio de la noche, en medio de una gran avenida del DF o de León, qué sé yo, en medio de mi vida y supe que era el sueño con el que quería soñar.

1 comentarios:

Eros y el arte dijo...

Ya se que no es "válido" opinar sobre uno mismo, pero este poema en especial me parece de los mejores que le he leído a LF.

Gracias por dejarme publicar este. . .

Vagando: Ricardo Durán Barney